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“Escuchar” al intestino

Estábamos conversando entre amigas, pasando la tarde, saltando de un tema a otro, movidas por el ir y venir de las ideas, que se iban sucediendo sin freno. De vez en cuando, risas, carcajadas, asentimientos con la cabeza, con la mirada… Sí, sí, hablar, eso que nos gusta tanto, que nos lleva, a veces, a sumergirnos en una especie de catarsis purificante por el simple hecho de estar relajadas, distendidas, a gusto. Y así, metidas en confianzas, la dueña de la casa se nos sinceró:

-¡Uyyyhhhh, parece que me siento el intestino! -se regocijó-. Creo que voy a ir al baño. Y, poniéndose instintivamente la mano sobre el abdomen, se levantó del sofá con una sonrisa complacida.

Al poco tiempo, regresó con gesto agrio y nos comunicó que había fallado en su intento. A preguntas nuestras, nos confesó que evacuaba dos veces por semana, que había dejado de sentir los movimientos intestinales, que las hemorroides la atormentaban a menudo y que, cuando sentía necesidad de mover el vientre, no podía, porque estaba en el trabajo o enfrascada en alguna otra tarea siempre urgente.

Le pregunté, por deformación profesional, si destinaba cada día tiempo a ???escuchar??? a su intestino. Ante su negativa, no me pude contener y le solté la perorata sobre la atención que requiere  tan básica necesidad, sobre todo, si nos da problemas.

El acto de defecar es un acto íntimo, pero quizá no lo valoramos suficientemente. Cuando no satisfacemos de inmediato el impulso de evacuar, la materia fecal inicialmente blanda, se va endureciendo y adhiriéndose a las paredes intestinales, las cuales tienen por misión, entre otras, reabsorber líquidos. Cuando de manera reiterada, por cualquier motivo, demoramos el ???acto???, disminuye la movilidad intestinal, se incrementa la solidez de las heces y, a su vez, se reabsorben materias residuales. Estas toxinas acumuladas se diseminarán por todo el organismo a través de la circulación sanguínea y, de ahí, al gran laboratorio depurador: el hígado. Este órgano es el encargado de formar bilis, elemento imprescindible para acelerar la digestión y emulsión de las grasas (triglicéridos, colesterol…). Si está sobrecargado con toxinas, producirá menor cantidad de bilis y de menor calidad, contribuyendo a agravar el estreñimiento.

Y el estreñimiento tiene consecuencias directas: flatulencia, hinchazón abdominal, mal aliento, hemorroides, fisuras, prolapso anal… Y también indirectas: urticaria, palpitaciones, insomnio, migrañas, vértigo…

Mi amiga, que en el pasado se había atiborrado de laxantes, actualmente los ha reemplazado por un vaso de agua templada en ayunas. Después de la ducha, se toma dos frutas de temporada con kéfir o yogur con millones de lactobacilos. Si falla, lo complementa por la noche con una cucharada de semillas de lino que ha dejado en remojo previamente. Come pan integral o enriquecido en fibra y ha aumentado la ingesta de frutas y verduras, disminuyendo la carne roja y las harinas refinadas. Se levanta cada día media hora antes y después de desayunar, destina tiempo a ???escuchar??? su intestino.  ¡Y funciona! Incluso le ha mejorado el carácter…

Algunas medidas para evitar el estreñimiento:

1. Mezclar una cucharada sopera de aceite de oliva de 1ª presión en frío con la misma cantidad de zumo de limón. Tomar en ayunas y esperar ¼ de hora para desayunar. Hacerlo en semanas alternas. Este remedio es muy eficaz para mejorar la producción de bilis y  como lubricante de las mucosas intestinales.

2. En un vaso de agua templada, preferiblemente de manantial, añadir una o dos cucharadas soperas de semillas de lino. Se deja reposar toda la noche ???entre 10 y 12 horas- para que las semillas se ablanden. Tomar sólo el líquido por la mañana en ayunas. Se le puede añadir un poco de miel y/o limón.

3. Siete ciruelas pasas tomadas tal cual junto a ½  vaso de agua tibia, en ayunas. O, para mayor eficacia, poner las ciruelas pasas en remojo toda la noche. También se puede iniciar con tres piezas e ir incrementando hasta 7 y, después, disminuir paulatinamente hasta encontrar la medida justa para cada cual.

Aurora Julià, naturópata-homeópata (Abadiño)

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