Durango, un sueño

Siempre me he sentido de Durango. Aunque por mis orígenes muchas veces me han tildado de guipuzcoano, nada más lejos de la realidad. Nací en una de esas últimas clínicas de pueblo ya tristemente olvidadas.

Me gusta mi pueblo, sus gentes y, sobre todo, su comercio. Desde que no me llegaba la nariz al viejo mostrador del negocio de mis padres de Andra Mari correteaba por el Casco Viejo de Durango, haciendo los recados de la familia: Correos, el viejo Banco Hispano Américano, unas castañas donde Boni, a afilar las tijeras donde José, a por clavos donde Piedra… Si se terciaba y el apetito arreciaba, parada en La Exquisita, ¡vaya palmeras de chocolate aquellas!

Por entonces no había franquicias como las de ahora. Los centros comerciales se encontraban al otro lado de la muga y nacía una cooperativa llamada Eroski, con unos métodos de venta entonces novedosos. Eran tiempos duros donde la recesión económica golpeaba sin piedad y los intereses bancarios rondaban el 15%.

Los comercios eran todos familiares y por entonces no hacían falta financieras para que la gente más necesitada pudiera llegar a fin de mes. Todo se apuntaba en un viejo libro y los intereses por lo que debían no eran más que un agradecimiento sincero al ir a pagar con retraso. Por aquellos días todo era mucho más cercano y, al menor problema o desgracia, la gente se unía al instante.

El Durango de ahora no me acaba de convencer por varios motivos. El principal es que estoy convencido de que necesitamos un ‘motor’, algo que nos vuelva a activar a nivel comercial. Esa función quizá debería cumplirla el centro comercial que se iba a construir junto a la estación subterránea de Durango o quizá (y que nadie se extrañe) nos hubiese venido bien un ‘Corte Inglés’ como el de Eibar o unos multicines. Pero lo que por encima de todo ayudaría mucho es que los partidos políticos de Durango hicieran caso al sector. Seguimos siendo un desastre circulatorio y, para colmo, nos ‘levantan’ una de las empresas que más gente y dinero dejaba en la comarca, ni más ni menos que ETB.

En el tema del peaje de la autopista, ¿vamos a seguir dejando que nos abofeteen y nos discriminen frente a otras comarcas vizcaínas? ¿Para cuando un hospital en Durangaldea?… y así muchísimas más preguntas que podríamos hacer. Decir las cosas es fácil, pero ponerlas en marcha no lo es tanto y más, cuando somos un sector tan dividido.

Ojalá que esta reflexión de un humilde comerciante sirva para hacer pensar a quienes tienen la batuta en su mano: nuestra clase política. Yo sigo soñando con un Durango mejor y creo que lo podemos conseguir.