“Las duranguesas se jugaron el tipo durante la Guerra y en el franquismo”

Aunque la historia lo haya ocultado, las mujeres dieron notables muestras de coraje y valor en la Guerra Civil. Las duranguesas no fueron una excepción. La periodista e investigadora María González Gorosarri habló anoche de ellas en un acto en el que fue homenajeada Benita Uribarrena Bollain en la persona de su hija, Marina Fuster Uribarrena. Benita fue una de las exiliadas a Francia desde Durango y jugó un papel muy activo en la resistencia francesa y contra el franquismo.

González Gorosarri forma parte de la asociación Durango 1936. Está especialmente interesada en investigar la represión a las mujeres en la contienda y la etapa posterior. Se confesaba ayer “emocionada” por el hallazgo de la figura de Benita Uribarrena. Esta duranguesa fue evacuada como niña de la guerra, posteriormente se reunió con su madre y sus hermanas e hizo una gran contribución a la causa de la libertad jugándose la vida al guiar a fugitivos por los pasos fronterizos y actuar como correo del PCE en la clandestinidad.

Se trata de otra pieza más del complicado rompecabezas que supone reconstruir la participación de las duranguesas en la Guerra y en el régimen franquista. Gorosarri ha recogido bastantes datos sobre dos temas. El primero, la cárcel de mujeres y la relación de algunas duranguesas con la presas y sus familias, y en segundo lugar los abusos sexuales de que hicieron objeto las tropas ocupantes, no sólo a las mujeres, sino también a los hombres y los niños.

Sobre esta última cuestión, la investigadora ha constatado su práctica sistemática como “arma de guerra”. A tal punto llegaba su aplicación que, según González Gorosarri, en el diario del general carlista José Arteche consta que intentaron violar incluso a su mujer y a su prima, algo de lo que él las libró gracias a que vestía uniforme. También fueron violados muchos hombres y niños, pero esto es todavía un tema tabú. Las mujeres que sufrieron estos ataques quedaban estigmatizadas y “no se pudieron casar”. Sufrieron una “muerte afectiva”. Algunas fueron incluso empujadas a la prostitución y otras se vieron obligadas a limpiar casas y a cuidar niños de los carlistas.

La cárcel de Durango

Entre 1938-39 la población duranguesa era mayoritariamente femenina porque los hombres habían sido fusilados, o estaban desaparecidos o en cárceles. Muchas de esas mujeres se dedicaron a acoger en sus casas a familiares de presas a las que no conocían para que pasaran la noche en la localidad, ya que se desplazaban desde distintos lugares del Estado.

Cuando los familiares no podían llegar, eran las propias duranguesas las que visitaban a presas que no conocían. Además, hubo muchos niños muertos de hambre en las condiciones insalubres de la cárcel y fueron las mujeres de Durango las que se significaron llevando leche para esos niños. Ellas “se jugaban el tipo” con estas acciones. “Por menos fusilaron a muchos hombres”, recuerda María González. ¿Por qué lo hacían? “Estamos hablando de la misma lucha, y de la misma condición de mujeres”, afirma convencida.

La propia bisabuela de la periodista estuvo en la cárcel de Durango. Trabajaba en la fábrica de Mendizabal a relevos y militaba en la UGT. La acusaron de repartir octavillas del Frente Popular, “algo que era absolutamente legal en su momento”. Fue condenada a doce años de cárcel, de los que cumplió tres, uno en Durango y el resto en Bilbao.  Posteriormente firmó la condicional. “Se comprometió por escrito a renunciar a sus amistades anteriores. Su mejor amiga se quedó en Francia”.

Sus actividades fueron seguidas de cerca por el régimen, hasta el punto de que el ministro franquista de Durango Esteban Bilbao, que hasta hace dos años estaba enterrado en el convento de las Carmelitas, todavía en 1952 preguntaba por ella al Ayuntamiento a través de su Patronato de la Mujer. “Querían saber cosas como si había crucifijos en su casa. Esta institución era una ‘gestapo’ en toda regla”.

Presidenta del PNV local

Su abuela no quiso hablar casi nunca de esta etapa de su vida. “Durante muchos años el hecho de que una persona hubiera sido encarcelada en el franquismo implicó la vergüenza de la familia”. Y las secuelas duran hasta hoy. Con el silencio, “el dolor de estas mujeres ha llegado hasta nosotras”. También el revanchismo en algunos casos. La periodista duranguesa relata que en 2002 una vecina de Tabira advirtió en las fiestas de Bilbao a un chico con el que hablaba de que “estaba con una roja”.

Para María González, no obstante, la invisibilización de las mujeres en aquella época dista bastante poco de la actual. Entonces como después, tuvieron que pelear la aplicación efectiva del derecho a voto y su lugar en la sociedad y en la política. No las apoyaban los partidos de izquierdas ni de derechas.

En Durango se ha encontrado una excepción a esto. Hasta 1933 las mujeres del PNV estaban integradas en Emakumeen Abertzale Batza y no podían votar ni afiliarse. A partir de esa fecha seguían teniendo vetada la participación en los órganos directivos. Pero en 1936, el presidente del Durango Uri Batzar abandonó el pueblo y el cargo. Y lo sustituyó una mujer, Gloria Zubia, antigua carlista, que a partir de entonces tuvo una presencia activa en la vida local.

Como en otros lugares, en la villa se encuentran sobradas muestras de la lucha de las mujeres por la libertad. Y desde luego jugaron un papel muy distinto al que les otorga la iconografía bélica conocida, que las muestra cuidando de niños o llorando.